Me mudé de América Latina a los Estados Unidos hace 20 años y, aunque había oído hablar del festivo de Acción de Gracias, la celebración no era parte de mi vida. En ese momento era solo otra fiesta más, que implicaba de 4 a 5 días libres del trabajo y la oportunidad de comprar cosas a precios increíbles.
Con esa idea en mente, pasé mis primeras vacaciones de Acción de Gracias en los Estados Unidos, viajando, no para pasar tiempo con familiares, sino para visitar nuevos lugares y divertirme. Fuimos a Las Vegas y de hecho nos divertimos mucho. Al año siguiente hicimos lo mismo, pero fuimos un poco más aventureros, maximizamos nuestro tiempo y nos fuimos a Londres. El tercer año fuimos aún más audaces, estábamos comprometidos con viajar durante las fiestas de Acción de Gracias, así que fuimos a Venecia y Roma.
Fue durante el cuarto año cuando las cosas comenzaron a cambiar. La hija de una pareja con la que solíamos viajar tenía la edad suficiente para ir a la escuela, donde los niños se sumergen en la historia y las tradiciones del Día de Acción de Gracias durante todo el mes de noviembre, o aún más, por lo tanto aprendimos mucho sobre la fiesta y eso nos inspiró a quedarnos en la ciudad y celebrar.
Como probablemente sabes, el Día de Acción de Gracias se celebra con una gran comida y el personaje principal de ese banquete es el pavo. En Latinoamérica no comemos mucho pavo, a la hora de celebrar el alimento básico es el cerdo así que, a pesar de la tradición, la primera vez que celebramos el Día de Acción de Gracias comimos cerdo y lo acompañamos con nuestras guarniciones latinoamericanas favoritas. Nos divertimos mucho, le mostramos a la niña de nuestro grupo la importancia de ese día festivo y expresamos agradecimiento, que al final es lo que importa.
Al año siguiente, la niña de nuestro grupo no solo estaba deseando celebrar, sino que también estaba literalmente deseando ver el pavo en la mesa (eso es lo que había aprendido en la escuela), así que decidimos pedir toda la cena de Acción de Gracias en un restaurante porque realmente no sabíamos cómo cocinar el pavo y todos los demás alimentos básicos que se supone lo acompañan. Una vez más nos divertimos mucho y nos sentimos bien porque habíamos seguido la tradición y le habíamos dado a la niña de nuestro grupo el material apropiado para compartir en la escuela con respecto a su celebración de Acción de Gracias. Sin embargo, la comida que pedimos no fue tan fabulosa, así que al año siguiente decidimos cocinar.
El Día de Acción de Gracias estaba creciendo en nosotros, con todos sus rituales y sobre todo, con todo su gran significado, aplicable a todos, independientemente de raza o credo.
Desde entonces, año tras año, celebramos, y nos involucramos en las tradiciones del festivo, honrando a aquellos que las desarrollaron por primera vez. Hoy en día nuestro pavo y las guarniciones que según la historia lo acompañan, son deliciosas, ¡y todas son preparadas en casa!
Desde entonces, nos sentimos orgullosos de permitir que el espíritu del festivo impregne nuestras vidas y nos inspire a dar gracias.
Así no celebres el Día de Acción de Gracias, haz de cada día un Día de Acción de Gracias... cuando retiras tu concentración en lo que te falta, para concentrarte en reconocer conscientemente el valor de lo que tienes, transformas tu vida y obtienes más por lo cual estar agradecido.
Por esta razón te recomiendo practicar el agradecimiento todos los días ... ¡conviértelo en un hábito!